miércoles, 1 de julio de 2009

Campo

Abrieron la puerta y yo ingresé. No había ninguna estudiante pues las clases oficialmente iniciarían después de unos días. Yo estaba ahí porque tenía que conocer el nuevo espacio donde trabajaría, lo que implicaba integrarme a esta comunidad educativa. Mi interés en realizar las prácticas en ese centro radica en que su población estudiantil del turno vespertino proviene, mayoritariamente, de otros contextos culturales del Perú. Por eso, la forma de hablar, de escribir el castellano; así como, la visión sobre el mundo, son diferentes al de un estudiante citadino. Un gran porcentaje de las estudiantes del colegio donde realizo mis prácticas trabajan. Algunas como vendedoras en algún negocio y otras como trabajadoras del hogar. Pese al trajín que realizan por las mañanas, dichas alumnas llegan con mucho ánimo y disponibilidad al colegio, con aprender nuevos temas. Este factor está relacionado estrechamente con las clases que recibí sobre interculturalidad, análisis lingüístico y lingüística andina. Me develaron muchos aspectos que no comprendía sobre nuestros castellanos en el Perú. Sobre todo me permitieron entender por qué el castellano andino (donde diversas veces ha sido remedado) se habla de esa forma; quien iba a pensar que uno de los factores es porque en el quechua no hay algunas vocales que tiene el español. Sucede algo similar cuando deseamos aprender inglés. En esa lengua existen diversos “soniditos” vocálicos que intentamos imitar; pero nos parece tan extraño, a las que hablamos castellano, que a veces no logramos pronunciar como se requiere. De igual forma sucede en otros contextos como el andino o amazónico.

Tierra

Toqué el timbre. No era la primera vez que visitaba ese colegio; pero ese día, lunes, fue distinto. Ingresaba, ahora, como una estudiante en transición a ser docente. Desde adentro, contrastaría verdaderamente la teoría, "lo ideal en la educación" con la práctica real. Es algo que no me emocionaba del todo, porque en épocas pasadas lo menos que he deseado es aterrizar. "Secuelas" de mi primera carrera. Ser, o en camino a SER, docente es distinto. Existen personas, admirables por cierto, que desde siempre han sido formadoras de seres humanos. Muchos (as) de mis profesores (as) de la universidad son así. Su vocación docente se manifiesta en cada pensamiento, actitud y servicio hacia los demás. Pensarás que es ilusorio ver de esa forma a los educadores (as), quizá lo sea, pero fue una las causas que me llevaron a explorar -más que animar- ese camino pedagógico. Por eso, ignoro si algún día perciba que realmente soy educadora. No sé si deseo librarme de responsabilidades, pero por ahora me agrada decir que soy una aprendiza en el quehacer educativo.